sábado, junio 19, 2010

Nada más importante

El médico andalusí Ibn Hazm definía a este mal como la enfermedad rebelde, la única de la que el paciente no desea curarse ni recuperarse. El mal de amores, decía, sólo con amor se cura.

El sarraceno Avicena, en su Liber Templorum agrega que el amor no constituye una enfermedad en sí, pero el amor se torna enfermizo cuando, al no ser satisfecho, se convierte en un pensamiento obsesivo que provoca una respiración irregular, risas y llantos intempestivos y la aceleración del pulso. Su remedio: unir a los amantes en matrimonio, con lo que el mal estaría curado.

Por su parte el bávaro Harald de Neuburg atribuía el mal de amor en los varones a una mera abundancia de humores y de pneuma, o sea al exceso de humedad y calor en el organismo, y afirma también que cuando la facultad estimativa se perturba sobremanera y ya sólo se nutre con el fantasma de la persona amada estamos en presencia de un enfermo de amor. Entonces se produce una inflamación del alma entera y del cuerpo, y la tristeza alterna con la alegría, porque el calor sube desde lo más profundo del cuerpo en los momentos de alegría e inflama el rostro.
Como cura, Harald aconseja tratar de perder la confianza y la esperanza de unirse al objeto amado, para que el pensamiento fuese alejándose de él.

Finalmente, Aurelio della Gianoli postula sin temor a equivocarse que el amor realza la magnificencia de los sentidos, y que el enamorado logra en su unión con el otro una sensibilidad aumentada que le permite admirar la vida como si antes hubiera estado ciego o dormido. Por eso los enamorados sonríen ante la vida y la multiplican; todo lo afrontan y no hay fuerza aquí o en los círculos más allá del mundo que pueda desafiarlos.

No hay más dios, ni nada más importante, afirma, que éso.

1 comentario:

Edigrey dijo...

Por Dios amo tu blog!!!!!!!!!!