miércoles, junio 16, 2010

Las cosas simples de la vida

No creo que la felicidad resida en las llamadas cosas simples de la vida. La felicidad tampoco es subjetiva. Todos queremos en mayor o menor medida lo mismo. Es decir lo imposible, lo que nos falta, lo que no tenemos.

Las supuestas cosas simples de la vida son las más complejas e ininteligibles. La relatividad está explicada. La órbita de Marte está calculada. La revuelta de los bóxers y el triunfo de César en Alésia son tan perfectamente asequibles como lo fueron en mi cuarto año los enlaces covalentes. Sólo resta entender. Pero no se podrá nunca abarcar lo que subyace a la cotidianeidad. Lo aparentemente rutinario, vulgar y hasta hogareño es desestimado y entre esos corpúsculos de realidad se nos escapa la fórmula de la creación.

¿Quién podría jactarse de pesar todas tus miradas aquel fin de semana que pasamos juntos?. ¿Y acaso no es para mí un concierto el silencioso sube y baja de tu respiración a mi lado, con los ojos cerrados y una sonrisa que se adivina?. Que alguien me cante la ecuación de los afectos; quiero conocer el teorema inédito de tus amores imposibles. Quiero la tabla de calcular mis fracasos; necesito que alguien me explique por qué si existe el azar y los dados, que para los árabes son uno y lo mismo, yo me encuentro acá solo y desde mi escritorio sumo y permuto combinaciones infinitas de dolores, cafés solitarios, libros, estantes, cuadernos, apuntes, pasillos, tesis, citas y webs.

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