lunes, enero 25, 2010

Reír llorando

Viendo a Garrick -actor de la Inglaterra-el pueblo al aplaudirlo le decía:“eres el más gracioso de la tierra, y el más feliz…” y el cómico reía.

Víctimas del spleen, los altos lores en sus noches más negras y pesadas, iban a ver al rey de los actores, y cambiaban su spleen en carcajadas.

Una vez, ante un médico famoso, llegóse un hombre de mirar sombrío:
sufro -le dijo-, un mal tan espantoso
como esta palidez del rostro mío.
Nada me causa encanto ni atractivo;
no me importan mi nombre ni mi suerte;
en un eterno spleen muriendo vivo,
y es mi única pasión la de la muerte.
-Viajad y os distraeréis. -¡Tanto he viajado!.
-Las lecturas buscad. -¡Tanto he leído!.
-Que os ame una mujer. -¡Si soy amado!-.
Un título adquirid. -¡Noble he nacido!.
-¿Pobre seréis quizá? -Tengo riquezas.-
¿De lisonjas gustáis? -¡Tantas escucho!-
-¿Qué tenéis de familia? -Mis tristezas.-
¿Vais a los cementerios? -Mucho… mucho.
-De vuestra vida actual ¿tenéis testigos?
-Sí, mas no dejo que me impongan yugos: yo les llamo a los muertos mis amigos; y les llamo a los vivos, mis verdugos.
Me deja -agrega el médico- perplejo vuestro mal, y no debe acobardaros; tomad hoy por receta este consejo:“sólo viendo a Garrick podréis curaros”.
-¿A Garrik? -Sí, a Garrick… la más remisa y austera sociedad le busca ansiosa; todo aquel que lo ve muere de risa; ¡tiene una gracia artística asombrosa!.
-¿Y a mí me hará reír?.
-¡Ah! sí, os lo juro; él sí; nada más él; más… ¿qué os inquieta?.
-Así -dijo el enfermo-, no me curo: ¡Yo soy Garrick!… Cambiadme la receta.

¡Cuántos hay que, cansados de la vida, enfermos de pesar, muertos de tedio, hacen reír como el actor suicida, sin encontrar para su mal remedio!.

¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora!. ¡Nadie en lo alegre de la risa fíe, porque en los seres que el dolor devora, el rostro ríe, pero el alma llora!.
Si se muere la fe, si huye la calma, si sólo abrojos nuestra planta pisa, lanza a la faz la tempestad del alma un relámpago triste: la sonrisa.

El carnaval del mundo engaña tanto, que las vidas son breves mascaradas; aquí aprendemos a reír con llanto, y también a llorar con carcajadas.

Juan de Dios Peza

miércoles, enero 13, 2010

Endimion en Latmos

Yo dormía en la cumbre y era hermoso
mi cuerpo, que los años han gastado.
Alto en la noche helénica, el centauro
demoraba su cuádruple carrera
para atisbar mi sueño. Me placía
dormir para soñar y para el otro
sueño lustral que elude la memoria
y que nos purifica del gravamen
de ser aquel que somos en la tierra.
Diana, la diosa, que es también la luna,
me veía dormir en la montaña
y lentamente descendió a mis brazos
oro y amor en la encendida noche.
Yo apretaba los párpados mortales,
yo quería no ver el rostro bello
que mis labios de polvo profanaban.
Yo aspiré la fragancia de la luna
y su infinita vos dijo mi nombre.

J. L. Borges
Historia de la Noche
(fragmento)