martes, noviembre 06, 2007

La gran estafa

Desperté con un fuerte dolor de cabeza. Una pátina de luz blanca y brumosa entorpecía mi visión. Estaba recostado en algún tipo de mesa metálica. Intenté mover alguna parte de mi cuerpo, pero me era imposible. Algo suave como una sábana húmeda me cubría todo el cuerpo, arriba y abajo. Volví a dormirme. Cuando desperté, un anciano de barba blanca estaba despojándome de aquella cubierta húmeda y me sonreía con cierta benevolencia. “Bueno, ya está, ahora hay que guardarlo como el más preciado de los tesoros” dijo el viejo. Otra persona, vestida con capa y encajes, le preguntó: “¿realmente creerán que es el sudario original?”.

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