viernes, octubre 26, 2007

No lo lean

Supe de la existencia del papiro por Inés. Un sábado, me despertó llorando por el teléfono, vomitándome entre lágrimas que su marido se había suicidado.

Corrí hasta la casa de Ernesto. Su señora me abrió la puerta, llorosa y despeinada. Ernesto yacía en su escritorio, con la cabeza sobre la mesa y la mano aún sosteniendo la lapicera, que se detenía en la última frase que había legado, antes de matarse: “no lean el papiro”.

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