lunes, octubre 22, 2007

Coincidencias

Un rey decreta que los sacrificios humanos para solicitar lluvias o benevolencia de los dioses era una barbaridad, y los prohibe. Al mismo tiempo, en su mismo reino, sacrifica a fuego lento y tortura a los que no piensan como él o a los que no profesan su religión. Hizo todo esto con la misma energía y celo.

Un sacerdote predica la humildad y habla de un dios vivo. En una mano blande el símbolo de su credo de vida: un hombre ensangrentado y clavado en un madero en forma de cruz. En la otra, los anillos refulgen como símbolo de su verdad. Millones lo siguen.

Un hincha de un deporte mundial grita fuera de sí: ¡qué grande mi tierra!. Mientras tanto, el nuevo dueño de la mitad de esas tierras piensa para sí, satisfecho: “qué grandes mis tierras”.

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