miércoles, septiembre 12, 2007

El hombre que ya no cree

Yo creía en el crucificado y en sus apócrifos seguidores. Supe muy pronto de la duda que carcome y de las respuestas ausentes. De incoherencias que arrecian y barren una fe tímida.

Al marcar el sendero de mi recorrido, me sacié de muchos dogmas. Todos me regalaron instantes de certezas a precio vil. Todos tenían la marca de la desesperación. El hombre está solo, me repetí, y yo soy parte de esa humanidad para compartir sus miserias. Quisiera, a veces, compartir también sus placeres. Aunque más no sea perder la cabeza por ese amor imposible, una noche en la montaña lejana de Cuyo.

Yo creía en la predestinación, pero con menos certeza que Calvino. Por aquella funesta predestinación me he quedado más solo aún. Por desterrar todos los artilugios de la mente supersticiosa, por negar un espacio a la esperanza, he sido interdicto. Deambulo por la tortuosa ruta del tibio, ni positivista ni crédulo.

Soy el hombre que ya no cree y sin embargo, no se marcha, en la persistencia de la vida.

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