A veces pasa: me mirás.
Y yo lo siento así,
como un sueño lindo, sereno,
para abrazar la mañana
y desperezarse sonriendo.
Me despierto y me hago niño,
me apaciguo en tu sonrisa.
Me basta esa dosis mínima,
justa, chiquita, de tu mirada.
Y ya nada más pretendo.
Una palabra, una insinuación,
un pacto, un juramento:
una mirada, nada más,
y el infinito es un momento.
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