Hay en el sur, pero no tan al sur, una casa de verano.
Tiene las ventanas comidas por la sal,
manchas sonoras de recuerdos tristes,
días de arena, fantasías y libertad.
Hay en las arenas de aquel sur,
sombras de castillos para armar;
marcas de la vida, pasos, vueltas,
ilusión quebrada y sabor a sal.
Siento todavía el llamado del mar,
la noche lo apacigua y bebe de su sal.
Un grupo de pinos me vieron llorar,
ahora creo que me acurrucaron
y apaciguaron también mi sal.
Allá en el sur, pero no tan al sur,
hay una casa que presentí maldita.
Hay un mar de arena y un pinar guardián,
hubo ensoñaciones y un fuego secreto,
que desde las entrañas, quebró el viento
y detuvo el mar.
Allá en el sur, lo supe: te ví,
y ya no seríamos nunca jamás.
Locuras, sin duda, locuras,
del corazón, los pinos,
las arenas, y el mar.
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